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lunes, 25 de marzo de 2013

TRUCHAS


Ayer, por la tarde, estuve pescando en mi Garganta Jaranda. Primera tarde de pesca para mi, tarde fría de lluvia, pero no me importó. Las sensaciones superan los fríos. Sentía en cada paso mis músculos en tensión, la concentración en poner la mosca en el lugar adecuado y ver subir a la reina de las aguas de sus profundidades hasta la superficie, para, solamente, curiosear mi señuelo, sin ninguna intención de ser encantada por el.
Tengo muchos amigos pescadores y alguna amiga pescadora , y recién inaugurada la temporada en algunos ríos  y gargantas, voy a dedicarles esta entrada. Ya sé que todos, o casi todos y todas, practicamos la modalidad de captura y devolución de los peces al agua, pero no hay que olvidar que los platos que tienen la trucha como su ingrediente principal forman parte de la cultura gastronómica de muchos lugares de España, por ejemplo en León o en Extremadura. 
Viene a mi memoria el fin de semana que pasé en León contigo, pescador. Estuvimos en el Río Órbigo. Un sábado soleado nos hizo disfrutar al máximo de la pesca,y el Órbigo nos cautivó hasta bien entrada la tarde. Después, como no podía ser de otra manera, fuimos a cenar de tapas al Barrio Húmedo, para quienes no conozcan, es el casco histórico, lleno de tascas y bares donde, además de tomarte un Vino de la Tierra de León, un Prieto Picudo, o un Bierzo, puedes degustar la sopa de trucha, entre otros manjares de la cocina leonesa.
Recuerdo que tú no querías que pidiera sopa de trucha, por aquello de no matar peces. Pero yo te decía que, como era una ilegal, y que en mi tierra se pescaba en tiempos remotos con "piedra lumbre" y otras artes maléficas, no iba a dejar de probar ese manjar. Y pedí la sopa y tú probaste solo el caldito, nada de probar la trucha,¡¡sacrilegio!!, la trucha me la tomé yo, con caldito también, y me gustó. 
Es un plato humilde en su concepción que posee escasos ingredientes, pero como he dicho alguna vez, no se trata de usar muchos ingredientes y sí saber elegirlos de buena calidad, y, sobre todo, saber mezclarlos. Lomos de trucha, aceite de oliva, ajos y pan, no es necesario nada más, aunque si se quiere dar un poquito de color pondríamos pimentón de la Vera y una puntita de guindilla para darle chispa.
Los lomos se doran en el aceite de oliva, se retiran y se reservan. En ese aceite se refríen los ajos, se añade el pimentón, la guindilla, el pan de hogaza, un poquito de agua para darle la consistencia de sopita y por último las truchas desmenuzadas. Probar para ver como están de sazonamiento. Chup, chup, durante unos minutos a fuego vivo y listas!!
Recuerdo como te reías de mi atrevimiento en el río y de los líos en mi sedal y de lo mal que lanzaba. Ahora lo hago un poquito mejor, lástima que León nos quede tan lejos.







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